Un mundo habitable para sensibles
Ayer se acercó Juan al basurero,
era su debut como pobre,
le dolieron las tripas
y vomitó en el contenedor
soltando la primera lágrima.
Conversó con María
que era bien conocida en aquella
miserable esquina de su ciudad,
se ayudaron en la recogida,
ella le enseñó algunos trucos
para amoldarse al olor.
Pedro llegó avispado
para solucionar su hambre
sin ser visto.
Los tres degustaron el menú
sobrante, se nutrieron de risas,
compartieron el poco vino
que guardaba la botella,
se abrazaron y se quedaron juntos
al abrigo de la noche
contentos de sus miradas
y de sus soledades.
Sonaban las calles a fiesta vulgar
sin tenerlos en cuenta,
ellos no formaban parte de la vida,
estaban desnudos de lujos.
Siguieron unidos
en los harapos
mientras oyeron
el cántico eterno del amor
en las campanas huecas
de una Navidad deshabitada
de sensibilidades.
UN POEMA DE