A corazón abierto con el Centro Naím

Enganchados a la vida

No se trata de curar una enfermedad, sino de hacer un hombre nuevo, es decir, de ofrecer la oportunidad de nacer de nuevo a quienes, a causa de la droga, han abandonado todo proyecto de vida y todo ideal.

El compromiso con Naím se manifiesta no solo en sus trabajadores, sino en los voluntarios que se acercan al Centro para ayudar en lo que cada uno puede dependiendo de su profesión y conocimientos. Los propios “residentes” son voluntarios, todos colaboran en las tareas del Centro y todos trabajan para llevar esto adelante.

Naím nace en 1991, cuando dos sacerdotes, Pepe García y yo (Paco Echevarría) nos planteamos hacer algo ya que en Huelva a nivel eclesial no había nada de este tipo. Nos prestaron esta finca y comenzamos nuestra caminar.

Centro naim

Después de unos años se creó la Asociación, compramos la finca y pusimos en marcha, teniendo como primera intención ayudar a los chavales a pasar el síndrome de abstinencia y enviarlos luego a Málaga donde sí había un centro Proyecto Hombre. Pero una vez que empezamos nos dimos cuenta que podíamos hacer algo más, como semilla de mostaza que habla el Evangelio. Es una cosa que sin pensar lo que íbamos a hacer nos metimos en ello y llegamos a lo que actualmente tenemos, una Comunidad Terapéutica de varones para ajuste de la personalidad, que ha ido creciendo, en la que fuimos investigando y creando el programa de trabajo de acuerdo con la experiencia, lo que hace que vaya desarrollándose y madurando a lo largo de los 32 años de vida del Centro Naím. Y sigue en revisión permanente, en función de los destinarios a los que se aplica, que van cambiando continuamente.

Centro naim

 

El perfil del residente ha ido evolucionando en estos años. En los 90 fue la heroína, después llego la cocaína y ahora estamos en las drogas nuevas como el “fentanilo” y esas cosas que son muy peligrosas, que está haciendo estragos en Estados Unidos y que no tardará mucho en llegar aquí. Estamos haciendo lo que podemos. Antes eran solo consumidores de sustancias químicas, ahora se ha abierto a personas con conductas adictivas y a otras posibilidades.

Esto es lo que tenemos, una realidad viva que sigue creciendo como una piel que sigue evolucionando con la historia, no un traje que se hace y ya está. Es un proceso dinámico que se retroalimenta para seguir respondiendo a la realidad de hoy.

Rafael Barrera, un psicólogo que llega al Centro para ser atendido nos introduce en el perfil del “residente” de Naím.

Yo me encargo de hacer el cribado de admisión. Nos viene mucha gente con patologías, con trastornos neuronales, pero esa gente no encaja aquí. El perfil que admitimos es hasta 45 años, con alguna patología transitoria, con adicción a las drogas y que quieren ser tratados para el reajuste de su propia personalidad.

Rafael llega a Naím con 23 años para someterse a un programa terapéutico que superó. Luego se le propuso que estudiara y se enganchó como psicólogo “a dar parte de lo que había recibido” ofreciendo lo mejor después de estar en constante formación alentados por ese gran patriarca del Centro Naím que es Paco Echevarría.

Rafael Barrera nos cuenta que fue drogadicto, que pasó por Naím, que comenzó a estudiar y que ahora es uno de los psicólogos que imparte el programa de trabajo a los “residentes” desde hace 25 años. “Yo estoy aquí por el compromiso que me ha traspasado Paco Echevarría, no es por dinero, es por lo que él me ha ido inculcando que me obliga a entregar lo mejor de mí para ayudar a los que ahora me necesitan”.

El primero de los objetivos globales, es que el residente consiga crecer como persona, que se desarrolle conociendo sus potencialidades y debilidades para saber afrontar su vida con libertad.

El segundo de los objetivos es que el joven alcance la madurez y el equilibrio necesario para vivir plenamente su condición de ser humano. La droga ha frustrado su proyecto de vida, y se trata de ofrecerle la oportunidad de retomar el control de su existencia y de vivir la experiencia de su regeneración. Se trata de ayudar al joven a salir de la droga y mediante un programa educativo específico que alcance su pleno desarrollo como ser humano que le sirva para contrarrestar las secuelas negativas que le ha dejado su adicción.

La persona no se recupera, según los responsables de Naím, mientras que no hay una recuperación a nivel espiritual. El nivel físico es lo primero, la reestructuración cognitiva se va dando poco a poco y la emocional a través de los talleres y la experiencia, pero la dimensión espiritual es el sostén de todo. Juan García entra de lleno en este aspecto de la espiritualidad a través del evangelio dada su experiencia de trabajo con los grupos cristianos. El se encarga, cada domingo, de mantener reuniones con los “residentes” y desmenuzar el evangelio del día trabajando todos esos valores inspirados en él. Para Juan García se trata de descubrir al Jesús Sanador, ese Jesús que impulsa, que perdona, que ayuda, que transmite compasión, no lástima, el que transmite la solidaridad para recoger al que está tirado en la cuneta. “Yo lo que trato es de que las carencias que tienen convertirlas en posibilidades positivas cuando se encuentran con Jesús de Nazaret”. El evangelio tiene una dimensión terapéutica muy importante: “En Naím hay mucha hambre de conocer a Jesús para sentirse un discípulo más”. Hay que conectar con los valores: el amor responsable, la responsabilidad, el dominio de sí mismo… Se trata de conseguir el control de la propia existencia, la honestidad, la solidaridad, la sociabilidad, hay que ser capaz de crear un clima de fraternidad, de verdadera amistad, de comunicación respetuosa.

Para Enrique Romero la parte más importante del programa se produce en las salidas a la calle, al mundo real. Primero unas horas, después, los fines de semana los “residentes” ponen en práctica en la calle, con responsabilidad, lo que han aprendido en el Centro: retomar los lazos familiares, trabajar asuntos laborales y crear un nuevo entorno social positivo. Es como si la estancia en el Centro fuera el entrenamiento y los fines de semana juegan el partido para poner en práctica todo lo entrenado. Utilizan las herramientas que han ido adquiriendo para creer en ellos mismos dando pasitos de confianza, consiguiendo sus objetivos.

Desde que se fundó Naím pueden haber pasado por el Centro más de 1.500 chicos. Entre ingresos y reingresos, al año pueden ser entre 80 y 90. Habitualmente la población del centro es de 35/40 “residentes” que suelen estar un año. Solo un 20 % abandona. Los dos años siguientes están sometidos a seguimiento en distintas fases.

En primera persona

ARTURO es un residente que lleva 6 meses en el Centro.

Yo siento que he recuperado mi vida. Vengo de una trayectoria en la que había pasado por muchos centros de rehabilitación y sentía que todos ellos se preocupaban más de su beneficio que del mío. Aquí es diferente. Lo primero que me enseñaron es la humildad, y a partir de ahí asumir mis errores y dejar de negarlos o no querer verlos. He aprendido a ser más persona, a quererme más y a estar más a gusto conmigo mismo. Gracias a eso he podido comenzar a darme a los demás como siempre me hubiera gustado.

Cuando uno está en la adicción está viviendo un engaño aunque en ese momento creemos que es real. Yo lo veo como si fuera una pesadilla y que la realidad está en despertarse, que es lo que yo he conseguido aquí en Naím.

Como mensaje a mis compañeros me gustaría dar el impulso y decirles que por muy mal que lo estén pasando y mal que lo estén viviendo y por muchas emociones negativas que sufran en su día a día, que todo es un engaño, que es una pesadilla, pero que existe la posibilidad de despertarse y acabar con esa pesadilla, que existe una vida mucho más bonita que la que creemos cuando estamos mal.

ABEL es otro de los chicos que están ingresados en Naím.

Naím es un lugar que acoge a personas que venimos con adicciones y nos hace cambiar nuestro estilo de vida. Aquí tenemos un montón de grupos en los que nos empezamos a conocer a nosotros mismos para afrontar todas las dificultades que nos encontramos en la calle. Somos gente que venimos muy destruida, con un montón de valores perdidos, pero con el acogimiento que tenemos y formar parte de esta familia, aquí empezamos otra vez a recuperarlos, desde la hermandad, el compañerismo, la responsabilidad, la rectitud… Es un sitito donde el que quiere puede cambiar y crecer como persona.

La financiación del Centro Naím.

La financiación de Naím viene del esfuerzo compartido. La familia afronta una parte del gasto porque es importante que se implique económicamente, al menos en lo que puedan. La sensación no puede ser de aparcar el problema y olvidarse de él porque no cuesta dinero, es al contrario: tiene que colaborar económicamente para solventar el problema y para darle confianza al residente. Otra parte de la financiación, explica Paco Echevarría, es a través de donativos que llegan de particulares. La Parroquia de Punta Umbría, donde nació Naím, hace colectas para nosotros; se hacen también campañas de alimentos, desde Resurgir nos ayudan en muchas ocasiones, y sobre todo en la contención del gasto: tenemos una economía muy ajustada, hay que saber dónde y cómo se gasta cada euro, como se decía en la antigüedad “que el dinero que das de limosna sude en tus manos”. Aquí no se está para ganar dinero ni promocionar, aquí se está por vocación.

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